Se fué Eduardo Galeano
Hoy América toda ha
perdido uno de sus escritores más entrañables y queridos del continente y del
mundo.
Se nos fue un genio
de la literatura latinoamericana, futbolero de sangre y defensor de los más
marginados.
Gracias por tus
palabras, escritas, dichas, contadas, pensadas... Gracias x mostrarnos tantas
verdades ocultas!!
Hasta siempre
Eduardo...Nos dejás las "venas abiertas".
Q.E.P.D.
«Todos los uruguayos
nacemos gritando gol y por eso hay tanto ruido en las maternidades, hay un
estrépito tremendo. Yo quise ser jugador de fútbol como todos los niños
uruguayos. Jugaba de ocho y me fue muy mal porque siempre fui un “pata dura”
terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no
correspondido. También era un desastre en otro sentido: cuando los rivales
hacían una linda jugada yo iba y los felicitaba, lo cual es un pecado
imperdonable para las reglas del fútbol moderno...».
"Una vez por
semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas,
suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpentinas y el
papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo.
En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exibe a sus
divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en
la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar
donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los
demonios de turno.
Aquí, el hincha agita
el pañuelo, traga saliva, glupe, traga veneno, se come la gorra, susurra
plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta
como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura
la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza
de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales
son tramposos.
Rara vez el hincha
dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe
este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que
empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once
jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música.
Cuando el partido
concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria;
qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos
estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las
sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y
allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las
voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que
ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es
melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del
carnaval."
Eduardo Galeano.
"El futbol a sol y sombra".